Películas esquivas

Hay películas que se hacen las “difíciles” y parecen esquivar a quienes desean volver a verlas o apreciarlas por primera vez.

Por ejemplo, durante muchos años quise volver a ver una película checa que me deslumbró durante mi infancia: Un día, un gato, de Vojtech Jasný. Por increíble que parezca, esta joya del cine, que ganó el premio especial del jurado en el Festival de Cannes de 1963 por su extraordinaria calidad plástica y sus búsquedas visuales, es muy difícil de conseguir. Pero el que persevera triunfa y, un buen día, buscando en eBay, que es como el gran “mercado de pulgas” del ciberespacio, la encontré editada en un DVD de muy, pero muy mala calidad. El transfer es como para levantarse y apagar el televisor, pero, como dice el refrán: “del lobo, un pelo”. Por fin pude verla. Y espero que en algún momento Criterion u otra compañía se anime a difundir Un día, un gato con la esmerada restauración digital que se merece. Continue reading

Rapa Nui, el lugar más aislado del mundo (Parte II y final)

Catherine, una antropóloga suiza que llegó Rapa Nui hace un cuarto de siglo y que echó raíces aquí, me lleva a recorrer los sitios más importantes de la isla. Con ella visito el volcán Ranokau, para ver el lago que hay en su cráter, y me quedo perplejo al saber que, apenas 50 años atrás, ahí se abastecían de agua potable los habitantes de la isla. En el cráter crecen varias plantas medicinales, me explica Catherine, pero ninguna tan valiosa como el matua pua, que el taote (chamán) prepara según un antiguo ritual, y que sirve para curar o prevenir distintos males.

Luego vamos al centro ceremonial Orongo. Frente a este emplazamiento, en tres minúsculos islotes próximos a la costa, hasta mediados del siglo XIX se desarrollaba una curiosa ceremonia para decidir qué clan gobernaría la isla cada año. Un grupo de jóvenes guerreros nadaba hacia el islote más alejado y permanecía allí a veces por varias semanas, en espera del primer huevo que pusiera un ave llamada manutara. Quien lo hallaba, era reverenciado como Hombre-Pájaro y el jefe de su tribu era reconocido como la máxima autoridad.

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Rapa Nui, el lugar más aislado del mundo (Parte I)

No me gusta mirar por las ventanillas cuando vuelo. No es que los aviones  me intimiden,sino que prefiero olvidarme de que estoy encima de las nubes. Y, sin embargo, esta vezalgo me impulsa a imitar a otros pasajeros y pegar la nariz contra el cristal.

Afuera se ve ya, después de casi seis horas de trayecto desde Santiago de Chile, la Isla de Pascua. Contemplo sus contornos de roca volcánica y su superficie abrupta, de un verde refulgente, que proviene, sobre todo, de la hierba y de pequeños arbustos, pues, a medida que nos acercamos al aeropuerto Mataveri, la escasez de árboles se hace notoria.

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El Salvaje Oeste motorizado

Imaginen por un momento que sueltan a todos los pacientes recluidos en un enorme manicomio. Pero antes de dejarlos salir, a cada uno le entregan la llave de un automóvil y le piden que se lance en él, con la mayor velocidad posible, por las calles. Con toda seguridad, los dementes al volante cometerían todas las infracciones imaginables, y los accidentes y los muertos estarían a la orden del día.

Ese utópico cuadro podría ser una buena descripción de lo que es el tránsito hoy día en la ciudad de Miami. Con una ligera diferencia: aquí, aunque existan choferes locos, son una minoría. La mayoría de los que tienen un volante en las manos están cuerdos y muchos de ellos violan las reglas de manera consciente, de a porque sí. “Las reglas se hicieron para burlarse de ellas”, pareciera ser la consigna de un sinfín de choferes para quienes no hay diferencia entre conducir un auto por una pista de carreras o por una calle de una zona residencial, por un expressway o por un estacionamiento. Si a eso sumamos la cantidad de gente a la que uno no entiende cómo diablos pudieron darle una licencia de conducción, el panorama es de película de terror.

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El arte de malgastar

Cuando me entero de los precios de algunas cosas que se venden por ahí, me quedo atónito. En Nino’s Bellissima, un restaurante de New York, tienen en el menú una pizza con langosta y seis variedades diferentes de caviar. Me pregunto cuántos querríamos –o podríamos– pagar los ¡mil dólares! que piden por ese plato.

Me imagino que los excéntricos dispuestos a desembolsar esa cantidad de plata por un redondel de pan de 12 pulgadas de circunferencia, no tendrían reparos en irse buscar el postre a Serendipity 3, un conocido “café boutique”, también de Manhattan, que ofrece a sus clientes un sundae llamado Golden Opulence, servido en una copa de cristal de Baccarat. ¿Precio? Otros mil dólares. Lo que le da el toque de distinción a este sundae es que lo sirven adornado con hojas de oro comestible de 23 kilates. ¿Una locura? No para el jeque Hamdan bin Mohammed bin Rashid at Maktoum, príncipe heredero de Dubai, quien hace poco pidió uno y lo pagó en efectivo con una parte del “dinero de bolsillo” que llevaba encima en ese momento.

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