Quiero comenzar el nuevo año 2015 deseándoles mucha salud, felicidad y éxitos en todos los proyectos que emprendan. Y, en especial, deseándoles(nos) un mundo más sensato, justo y armonioso.
El año que dejamos atrás fue uno de los más difíciles de mi vida, pues perdí a familiares y amigos que eran sumamente importantes para mí. Sin embargo, también me trajo grandes alegrías. Una de las más recientes: la publicación en México, en el mes de noviembre, del libro Los helados invisibles y otras rarezas, que reúne poemas que escribí a lo largo de un cuarto de siglo, entre 1989 y 2014. Quiero dar las gracias por este precioso libro a la ilustradora Cecilia Varela, al diseñador Quetzal León, a los editores Olga Correa Inostroza y Federico Ponce de León y, de manera muy especial, a Ana Arenzana, gerente de literatura infantil y juvenil de esta editorial, quien apostó por la obra y concibió esta edición tan especial.
Aquí les copio, a manera de regalo de año nuevo, uno de los poemas del libro:
En la tienda
Me da un kilogramo de alegría.
Un cartucho de optimismo.
Cuatro cajitas de ternura.
Y toda la esperanza que tenga,
mire que me hace mucha falta.
Envuélvamelo bien,
¡y gracias!