Catherine, una antropóloga suiza que llegó Rapa Nui hace un cuarto de siglo y que echó raíces aquí, me lleva a recorrer los sitios más importantes de la isla. Con ella visito el volcán Ranokau, para ver el lago que hay en su cráter, y me quedo perplejo al saber que, apenas 50 años atrás, ahí se abastecían de agua potable los habitantes de la isla. En el cráter crecen varias plantas medicinales, me explica Catherine, pero ninguna tan valiosa como el matua pua, que el taote (chamán) prepara según un antiguo ritual, y que sirve para curar o prevenir distintos males.
Luego vamos al centro ceremonial Orongo. Frente a este emplazamiento, en tres minúsculos islotes próximos a la costa, hasta mediados del siglo XIX se desarrollaba una curiosa ceremonia para decidir qué clan gobernaría la isla cada año. Un grupo de jóvenes guerreros nadaba hacia el islote más alejado y permanecía allí a veces por varias semanas, en espera del primer huevo que pusiera un ave llamada manutara. Quien lo hallaba, era reverenciado como Hombre-Pájaro y el jefe de su tribu era reconocido como la máxima autoridad.