Leí por primera vez El maravilloso viaje de Nils Holgersson, de la autora sueca Selma Lagerlöf, hace mucho tiempo, en La Habana, cuando tenía unos diez años. Recuerdo que el libro, publicado por la Editora Juvenil, llegó a mis manos con olor a tinta fresca, como todos los que me regalaba una joven vecina llamada Angélica, la simpática y generosa secretaria de Alejo Carpentier –director, por esos años, de la Imprenta Nacional de Cuba.
Si aquella primera lectura de las aventuras de Nils Holgersson y los patos salvajes me apasionó, la más reciente me ha permitido comprobar que la capacidad de seducción de la obra y de hacer creíble una historia esencialmente fantástica no han disminuido en lo absoluto.